martes, 22 de enero de 2013

OPINIÓN


JUSTICIA SOCIAL NO ES CONSUMO
Nadie desconoce que la educación es un factor esencial de igualación de oportunidades y que es necesario realizar una verdadera “revolución educativa”. Pero ocurre que las condiciones iniciales de vida pueden limitar fuertemente la potencialidad de la educación como factor de igualación de oportunidades. Diversas investigaciones han demostrado que los niños provenientes de los hogares que sufren las manifestaciones más duras de la pobreza, pueden ver afectadas su capacidad de aprendizaje. Nos referimos al desarrollo de las funciones cognitivas o emocionales que se configuran en los primeros años de vida (por no decir en el primero). No sólo el hambre puede producir estos impactos. Las investigaciones aludidas prueban cómo, más allá de la alimentación, existen otras condiciones asociadas a la pobreza más dura, que afectan también las capacidades emocionales, cognitivas o intelectuales.
En esos casos la “revolución educativa” llega cuando el daño ya está hecho y puede ser insuficiente para igualar en oportunidades. Los programas compensatorios posteriores, no resultan muy eficaces y son mucho más costosos que los preventivos. Hay que hacer algo antes.
Ese programa preventivo era (y es) el PLAN CRIANZA. Uno de los tantos que los especialistas en políticas sociales, a los que les estoy infinitamente agradecido, elaboraron para las elecciones del 2011.
El Estado Nacional, las Provincias y los Municipios, comprometerían sus esfuerzos en la creación y multiplicación de instituciones que aseguraran a los chicos de estas franjas sociales, en los primeros años de la infancia, no sólo alimentos, sino atención médica, estímulos intelectuales y emocionales que neutralizaran efectos eventualmente irreversibles. El Estado debe ofrecer estas instituciones a cargo de especialistas en las distintas disciplinas, desde los primeros dias de vida hasta el ingreso al ciclo escolar. En fin, instituciones que, mientras exista la pobreza, realicen tareas para que ésta no impida que la educación cumpla su función igualadora de oportunidades.
Lamentablemente, las condiciones económicas condicionarían el ritmo de implementación del programa. Pero esta cuestión, junto con la educación (que no es sólo cuestión de presupuesto) debe ser prioridad.
Durante estos últimos casi diez años hemos contado, como nunca antes, con recursos públicos para encarar un ambicioso plan de esta naturaleza. No se lo hizo. Es cierto que se han tomado medidas sociales importantes. Pero ellas no eran excluyentes ni incompatibles con la aplicacion de programas como estos que, junto con la educación debieron ser prioridad. Ni lo uno ni lo otro lo fueron.
Siempre los recursos son limitados. No se puede atender todo simultáneamente. Por eso hay que establecer prioridades. Para no mencionar sino algunos ejemplos que con claridad aparecen como una defectuosa definición de prioridades: cuántos planes crianza se podrían haber creado con el dinero que nos costó el techo del estadio único de La Plata, cuántos con el dinero que insumió la construcción del estadio de básquet de Formosa, cuántos con los miles de millones de pesos que se gastaron en publicidad, cuántos con los miles de millones que se gastaron para que los bingos, los shoppings, los bancos, las piletas climatizas, los departamentos más caros de la Argentina, los casinos, pagaran electricidad barata. Y ¡cuánta gente solidaria hubiera aportado y trabajado en estas instituciones!
Creo que la preocupación por lo electoral los obnubiló y los ha llevado a una suerte de superficialización o simplificacion de la idea de igualdad, de justicia social o de distribución del ingreso. Suponen que la justicia social se agota en la capacidad de consumo de bienes no durables.
Está bien trabajar para facilitar el acceso a los bienes de consumo masivos (me refiero a aquellos de los cuales no dependen las posibilidades de realización de las personas), pero es imperdonable que no se hayan atendido cuestiones como éstas, que apuntan a modificar las condiciones más determinantes de la desigualdad de oportunidades. Es decir, que procuran facilitar el acceso a bienes que sin ser materiales, son fundamentales para la igualdad de oportunidades.
El electoralismo los obnubiló, y cuando esto ocurre, se atiende sólo a lo instantáneo. A lo que es apreciable de manera inmediata. Las políticas mas profundas en la lucha por la igualdad, no suelen ser, electoralmente, las mas rentables.

Ricardo Alfonsín.
Dip. Nac. U.C.R.